¿Por qué no vamos al cine?

Es inútil no ponerse nostálgico cuando se piensa que antes consideraba una semana perdida aquella en la que no había pisado una sala de cine. En el Olimpia, un cine de cerca de mi casa, se podía ir incluso 3 veces a la semana ya que cambiaban la peli el fin de semana, los lunes y los miércoles. Memorables los pases de las de terror cuando una tarde de martes estabas tú solo en toda la sala, o no menos espectaculares las pelis de risa de un domingo a la tarde, lleno hasta la bandera. No creo que el cine fuese demasiado caro porque nunca he nadado en la abundancia con mis pagas, y me daba para eso y hasta para comer algo antes o durante la sesión. El cine tenía esa magia a la que la tele no llegaba, una pantalla inmensa, ir con toda la cuadrilla y ocupar una fila entera, notar temblar la butaca con el sensorround trapero y las charlas de después, recordando escenas, reescribiendo finales, explicando lo que no se había entendido. Agua pasada. Ahora, por una parte tenemos sistemas para ver...