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Mostrando entradas de septiembre, 2011

Un inciso. Alkain nos quiere comentar cómo llegó al mundo de la lectura

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Alkain es una abogada comprometida con mil y un causas a la que conocí en el MOC allí por los lejanos 90. Después de leer esta serie de post que inició el malagueño Ignacio Páez y que continué yo con las primeras tres entregas, Alkain me envió un correo con su vivencia. Le dije que lo reescribiera en un documento y que lo iba a calzar aquí como una aportación más en esta aventura del leer. Y así, tal y como lo ha escrito, espero que lo disfrutéis: Mikel, ¡¡¡es un gusto leerte!!! No solo porque siempre me gusta hacerlo sino porque, en este caso, creo que habría sido la tercera pata de la mesa en la boda donde te encontraste con tu alma gemela en cuestión de lecturas infantiles. La verdad es que durante mi infancia leer fue una de mis mayores fuentes de placer. Lo hacía a diario, con voracidad, no solo novelas, también, y mucho, tebeos, pero cualquier cosa me servía para disfrutar como una enana (periódicos, revistas dominicales, la revista Integral que se compraba mi madre, Cam

Cómo me enamoré de la lectura y otros cuentos contables (Tercera parte)

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Sigo con la historia de mi idilio con la lectura, aunque quizá no lo haga en el orden cronológico correcto. Vamos a la década de los 60, a los años finales y con un Mikel con 7 escasos años que ya leía a buena velocidad. Unas circunstancias familiares hicieron que nos tuviéramos que mudar durante una temporada a Basurto, un barrio de Bilbao, a casa de un amigo de mi aita, Benito, lector empedernido desde siempre y hete aquí que debajo de una cama, en esos momentos de exploración que tienen los niños, zas!, me encontré una caja muy alargada llena de... comics! Hazañas Bélicas a saco, una porrada de esos que parecía libritos de Marvel y mucho más. Allí estaba yo, a tan temprana edad, devorando Estela Plateada , Spiderman y mi favorito, Thor (por cierto, la peli no me gustó demasiado). Esos héroes tristes de Marvel, con sus problemas familiares o personales, me comieron el coco. Me encantaban las interjecciones que ponían para ilustrar los golpes ( Tump!, Scratch! ...), los

Cómo me enamoré de la lectura y otros cuentos contables (Segunda parte)

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Después de los tebeos que consiguieron enamorarme de la lectura, llegaron los libros, los de verdad, con mucha letra y poco colorín, pero antes aterrizaron otros en casa. Eran de Bruguera y tenían tres páginas de texto y una de dibujos en plan comic, y luego se repetía la cadencia, tres, una, así lo que leías luego lo veías dibujado y muy resumido. Con esos libros empecé mi pasión por Julio Verne que más adelante me llevaría a mis otros idilios con Asimov, Clarke y todos los escritores de ciencia-ficción. No me olvido de otras colecciones que también llegaban a mi casa, a menudo de prestadillo porque dinero había poco, y que devoraba con gusto como Los tres investigadores o algunos relatos de Gustavo Adolfo Becquer o de Edgar Allan Poe que me pusieron los pelos de punta, y que leídos en Treviana, el pueblo riojano natal de mi ama, me hacían tener pesadillas en la vieja casa que crujía. Nunca pude con Enid Blyton y Los Cinco, o con lo que leía mi hermana de Torres de Malory de la mis