Cómo me enamoré de la lectura y otros cuentos contables (Primera parte)

Después del fenomenal relato de Ignacio Páez sobre cómo llegó al mundo de la lectura, el propietario del blog va a tener que esforzarse mucho para estar a la altura. Veamos. En mi casa, mi aitite y mi aita siempre han sido de lectura diaria del periódico, así que cuando veía de tierno infante a esos mayores tan concentrados en pasar la vista por esa carrera de hormigas de tinta, me imaginaba que debía ser interesante lo que allí había. Además, a las tardes y noches, ambos leían novelillas del oeste de un tal Estefanía, así que seguían dándole a ese pequeño vicio. Siendo yo muy pequeño (de edad que de estatura lo he sido siempre), me regalaron el cuento de un indio y yo, con mis tres añitos o así, me quedé con la copla de cuándo había que pasar hoja y lo memoricé, es más, aún me acuerdo: “El indio wachuki, pequeño chikawa, del árbol más alto, hizo su piragua; el arco y las flechas, allí colocó, y en el Río Grande, el niño embarcó” . 9 hojas, 9, con esos textos y unos bonito...